La voz de las víctimas - el día en que lxs escuchamos

Coberturas de Página 12 y Diario Jornada
 
TERMINO LA ETAPA DE TESTIMONIOS POR LA MASACRE DE TRELEW

La voz de las víctimas

En la audiencia de ayer se escuchó un audio de los tres sobrevivientes a los fusilamientos. Declaró el sonidista que lo guardó durante todos estos años. El lunes comenzarán los alegatos. El fallo llegará promediando octubre.
 

Comparta esta nota con un amigo

E-Mail de su amigo
Su nombre
Su E-Mail

 
Con las voces de María Antonia Berger, Alberto Camps y Ricardo Haidar culminó, ayer, el debate judicial por la Masacre de Trelew. El audio, escondido hasta el momento, de una entrevista en la que los tres sobrevivientes de los fusilamientos que la Marina cometió el 22 de agosto de 1972 en la Base Almirante Zar contaron su versión de la historia, fue el último testimonio que el Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia escuchará en el marco del juicio que entró en su recta final; lo precedieron una escueta aunque suficiente declaración del sonidista que lo atesoró durante casi cuarenta años y los dichos del perito físico Rodolfo Pregliasco. En diálogo con Página/12, las querellas de los familiares de las 16 víctimas y de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación evaluaron el camino recorrido –más de treinta testimonios en poco más de cuatro meses– y consideraron que “sobran las pruebas” para calificar los hechos como delitos de lesa humanidad. El lunes, las partes acusatorias iniciarán la etapa de alegatos, que se extenderá durante el resto de la semana. El fallo de los jueces llegará promediando octubre.
“Creemos que el bagaje probatorio ha sido completo para contextualizar y probar la lesa humanidad de los delitos investigados, determinar que se trató de fusilamientos ordenados por las altas autoridades de la base, quienes recibieron el mensaje desde las jerarquías militares correspondientes (en referencia al dictador Agustín Lanusse)”, concluyó el representante de la secretaría nacional, Germán Kexel. En representación de las familias, Eduardo Hualpa evaluó que “el impacto más fuerte del proceso fue el hecho de que se pudo discutir, a cuarenta años de estos hechos, la verdad histórica y también la verdad jurídica”.
Muchos de los elementos acumulados durante el juicio son testimonios de familiares de las víctimas, de ex presos políticos y ex conscriptos que permitieron, más que echar por tierra la versión oficial de los hechos –un intento de fuga de parte de los presos políticos–, dar a los asesinatos un contexto de persecución de parte del gobierno de facto que explicaría su intencionalidad concreta.
También se sumaron pruebas nuevas durante el proceso oral que demuestran “la intención de las Fuerzas Armadas de esconder la masacre”, apuntó Kexel. La entrevista en formato audio de los tres sobrevivientes a los fusilamientos, aportada por la cineasta Mariana Arruti –directora del documental que investiga la masacre y testigo en el juicio– y escuchada en la audiencia de ayer se suma a la documentación encontrada en la Armada sobre los juicios civiles que las familias de algunos de los presos políticos asesinados habían iniciado inmediatamente después de los hechos. Además, el TOF aceptó como prueba un CD elaborado por la Unidad Fiscal de Seguimiento de Juicios de Derechos Humanos, que contiene documentos periodísticos que suman a la contextualización histórica de los fusilamientos. “La lucha de los familiares y de los organismos de derechos humanos logró reabrir la historia argentina para cerrar algunas heridas”, concluyó Hualpa. Queda esperar que los jueces dicten las máximas penas.
 
Cobertura Diario Jornada, Por Rolando Tobarez
 
Masacre: el día que hablaron en el juicio los tres sobrevivientes de la Base Zar
 
Así describieron al capitán Sosa y al teniente Bravo. Un testimonio histórico y revelador de esa semana de encierro que terminó en fusilamiento.

Cínicos, prepotentes y cancheros. Así eran el capitán Luis Emilio Sosa y el teniente Roberto Bravo según la descripción de primera mano de María Antonia Berger, Ricardo Haidar y Alberto Camps, los sobrevivientes de la Masacre de Trelew. Sus voces llenaron el Cine Teatro “José Hernández” de Rawson los 25 minutos que duró el audio de una entrevista inédita, aceptada como prueba en el juicio. El material lo aportó el sonidista Jorge Kuschnir, que grabó el testimonio histórico para un film que el cinesta Fernando “Pino” Solanas nunca terminó.
La calidad es excelente y el registro pareció tomado ayer, aunque data del 22 de junio de 1973, a 10 meses de la balacera. Cuentan su pasado militante y por qué se suman a la lucha armada.
Lo más sabroso es el relato de su presidio en la Base Almirante Zar de Trelew tras su fuga frustrada. Según Camps, “el régimen era intimidatorio y buscaban nuestra reacción: quienes nos custodiaban tenían orden de hacerlo constantemente con bala en recámara y sin seguro; nos trasladaban a todos lados con las manos en la nuca y apuntados por varias armas”.
La edición del relato sonó impecable. Y aunque hay partes conocidas, escucharlos le dio cuerpo a la tragedia leída. “Claramente vimos las palabras que dijo Sosa al día siguiente de la fuga, cuando dijo que ´La próxima no va a haber negociación y los vamos a cagar a tiros”, dice Haidar. “La intimidación era alarmante, con disparos al aire: al compañero (Mariano) Pujadas lo hicieron barrer desnudo y apuntado el pasillo . Nos hacían acostar desnudos en el piso con 10º bajo cero”.
Ya estaban a cargo de Sosa y Bravo. El marino prófugo en EE.UU era responsable de uno de los equipos de guardia. “Era verdugo típico, el tipo que constantemente provoca; buscaba estar en 3 de las 4 guardias diarias y constantemente nos sancionaba”. Según el relato, “nos hacía desnudar, tirarnos al piso o ponernos desnudos contra la pared sin motivo. Era el prototipo del cínico porque después venía y buscaba charla amable”.
De Bravo recordaron “frases típicas” como cuando los presos comían: “Decía ´A estos en vez de alimentarlos deberíamos matarlos´ o ´Ya van a ver que al terror de la guerrilla se lo combate con el terror antiguerrilla´; era el prototipo del cancherito, del sobrador”. Usaba una cartuchera clara con las iniciales U.S., Estados Unidos,” y llevaba un cuchillo comando, a lo muchachito. Su cinismo era característico; en todo momento que podía nos azuzaba”.
En cuanto a Sosa, “mostró dos caras: una la de las negociaciones y otra a partir que pasamos a estar en sus manos”. Lo recordaron como “un individuo prepotente, que mostró realmente decisión de matarnos”. Se asomaba a las celdas para ver las condiciones del encierro. “Gozando con el espectáculo; mostraba con sus actitudes estar a distancias siderales de lo que sentía y pensaba el pueblo”.
“Tenía una mentalidad enfermiza, producto de su aislamiento y de su mentalidad reaccionaria y gorila. Directamente nos puteaba y decía: ´¿Cómo van a ser combatientes del pueblo?, ustedes son asesinos y delincuentes´”.
“Nunca nos reconocían como parte del pueblo. Sosa y Bravo siempre trataban de mostrarnos como los asesinos o los delincuentes, en ese sentido no nos respetaban”. Sin embargo, los marinos “tenían un especie de admiración porque pese a que nos gritaban y a todas las amenazas teníamos el ánimo alto: nos reíamos y estábamos contentos. No lo podían soportar ni comprender”.
Un dato que los militares no entendían era, por ejemplo, que el fusilado Humberto Toschi haya estudiado en un liceo militar. “Bravo no podía comprender cómo habiendo estudiado para militar llegó a ser guerrillero; le preguntaba cómo miércoles había llegado a eso y se ensañaba con él”.
Bravo era un “verduguito” treintañero, alto y delgado. “No soportaba que estuviéramos con una moral alta”. Por su parte, “Sosa nos cuestionaba como tipos irrescatables; todo lo que pasó en nuestro pueblo no les importaba ni cinco”.
Berger reveló detalles que le parecieron “ridículos” de aquel encierro. “Una mañana nos despiertan con un clarín y dicen ´Esto es la Marina y ahora los vamos a despertar siempre así´. No sé qué buscaban porque estar en las celdas y ser despertados por un instrumento musical era absurdo”.
Eran 5 mujeres y al principio los marinos no sabían si tratarlas igual que a los hombres. “Queríamos que nos trataran igual, no queríamos que no hicieran diferencias y efectivamente, después no hicieron ningún tipo de diferencia. Nos trataban igual que a los muchachos”. La única diferencia fue no desnudarlas. “Con nosotras Bravo se quería hacer el muchachito: presumía y trataba de mirarnos fijo; no sé si buscaría impresionarnos. Nos trataron con el mismo rigor y no escatimaron ninguna vejación”.
El relato de la madrugada del 22 de agosto de 1972 fue el conocido. Los despiertan a las 3.30 con patadas en las puertas y los hacen formar en dos filas. “De ninguna manera suponíamos ni pensábamos lo que sucedería –contó Berger-. Comienzan los disparos, me sorprenden mucho y me siento herida. Lo primero que atino es tirarme dentro de la celda para salir de la línea de fuego y ya escucho quejidos de dolor”. Detrás suyo cae María Angélica Sabelli. “Me dice que se siente herida y ´Estos hijos de puta me pegaron´; le digo que se tire al piso”. Berger vio tirada en el pasillo a Ana María Villarreal de Santucho. “Al verla muerta es cuando realmente me doy plena cuenta de lo que está pasando porque en un primer momento no lo podía creer: directamente nos estaban fusilando”.
Oyó disparos aislados cada vez más cerca de ella. “Me doy cuenta que están rematando, se pone un oficial en mi puerta, me apunta y me tira. Me da en la boca, siento una gran explosión en la cabeza y no pierdo el sentido. Tengo 5 tiros: 4 en el cuerpo y uno en la cabeza, el de remate”. Pasó más de 9 horas desangrándose sin atención médica.
Camps fue de los últimos en formar, al fondo del pasillo. “Suenan las ráfagas y comprendo inmediatamente que es una masacre, que es la muerte para todos”. Se tira cuerpo a tierra en la celda junto con Mario Delfino. “Escucho quejidos, estertores y disparos, me doy cuenta que están rematando y hasta una voz que dice ´Este todavía vive´ y de inmediato un tiro”.
El que llega a su celda es Bravo. “Nos hace parar manos en la nucaa y tras preguntarnos si vamos a contestar el interrogatorio le decimos que no, dispara y al caer escucho otro tiro sobre Delfino, que muere instantáneamente porque lo toco y no se mueve ni se queja”. Oyó más remates y otra voz: “´Ustedes ya saben lo que pasó, como diciendo ´Ya saben lo que acordamos´. Luego tuve recuerdos personales, las escenas pasaban muy rápido. Era la satisfacción de combatiente de morir contra el enemigo”.
Haidar también se zambulló en su celda con Alfredo Kohn. Escuchó ráfagas, remates y gritos de dolor. “Pensaba cómo salir de esa situación, cómo sobrevivir. Aparece Bravo delante de la puerta, nos hace parar en medio de la celda y nos pregunta si íbamos a declarar; le decimos que sí, pero estaba con brazo caído, pistola en la mano y no nos dispara. Se va y de inmediato aparece una tercera persona que habíamos visto en otras pocas ocasiones y se mostró de la misma calaña. Este personaje ni bien aparece en el umbral de la celda apunta y me dispara en el pecho, caigo, finjo estar muerto y le tira a Alfredo más de un disparo”.
Según los tres, se salvaron gracias al personal de la Base que llegó tras escuchar los balazos. “Haber sobrevivido de una encerrona, de una ratonera donde se mirara para donde se mirara estaba todo cubierto, y luego gozar de la libertad es algo que ciertamente no estaba en nuestras cabezas ese 22 de agosto”, dicen al final de la entrevista.
“No fue casualidad: fue producto de las limitaciones de la dictadura, que debió realizar una operación comando y clandestina aún dentro de su misma fuerza. Tienen contradicciones internas y no todos son como Bravo y Sosa, aunque muchos sí, entre los que se destaca el comandante de Aviación Naval Mayorga”. Se trata de Horacio, el militar que por razones de salud quedó fuera del juicio.#

No hay comentarios:

Publicar un comentario