DECLARACION TESTIMONIAL DE ALICIA LELCHUK DE BONET - PARTE III

El 22 de agosto.

El 22 de agosto Alicia escucha por la radio que de la Base Almirante Zar se quisieron fugar de nuevo los 19 detenidos. “El primer comunicado que escucho es del General Betty. Dan la lista de muertos y mi marido está en la lista de heridos. Los 19 que estaban ahí tenían una buena formación política. Se habían preparado. Habían sido todos torturados en cada lugar en que fueron detenidos. Donde estaban era imposible esconderse atrás de un árbol, porque no había, era imposible que a alguno de ellos se le hubiese ocurrido escaparse. En el minuto uno que lo estoy escuchando nace en mi la convicción de que no puede ser, que no son locos, irreflexivos, o impotentes. En ese segundo me digo que eso no pudo haber sido verdad”.

Alicia llama a Ortega Peña y a Duhalde, quienes le dicen que no pase por la Asociación Gremial de Abogados porque hay amenazas, que vaya a Bahía Blanca porque los heridos están siendo trasladados allá.
 



Continúa Alicia: “Subo al taxi y le digo al taxista que ponga la radio más alta porque uno de los heridos es mi esposo. El taxista no me quiso cobrar. Me dijo que si a mi marido lo mataban era por luchar por el pueblo, ´por nosotros´. Baja del avión en la Base Comandante Espora de Bahía Blanca, a las 14 horas. La busca un abogado para llevarla al hospital y en ese momento transmiten por la radio que el muerto número 16 es Rubén Pedro Bonet.




Alicia debe viajar de regreso a Buenos Aires porque los cajones serían trasladados a las ciudades de origen, en el caso de Rubén, a Pergamino. Solo quedan en Capital Villarreal de Santucho, Capello y Sabelli. “Me voy a once y le explico a los chicos que no los pudimos curar. Hernán me pregunta por qué papá no se defendió. Hernán le decía si a papá le iban a hacer un monumento, como a San Martín. Ellos me preguntan cómo es estar muerto. Cuando llega a Pergamino sus suegros me estaban esperando con una orden que les habían dado de enterrarlo a la brevedad.



Un abogado confirma a Alicia que con la libreta de casamiento ella tiene derecho sobre el cuerpo, por sobre los padres, y ella decide no enterrarlo hasta que la dejen ver el cajón. Busca un médico y un escribano para ver el estado del cuerpo. En el cementerio estaba lleno de tanques: se había corrido el rumor que el cuerpo iba a ser recuperado por el ERP.



Hay largas negociaciones para poder ver el cuerpo. Alicia acepta que se retire el resto de la gente. “Por mi instinto de maestra entro con un papel y un lápiz, y escucho hasta ahora el ruido del soplete porque estaba soldado. Mi marido era un hermoso muchacho. Veo su cuerpo y voy escribiendo lo que veo. Yo nunca había visto un cuerpo con balas. Estaba desnudo. Tenía como un lunar grande en un brazo, otro cerca del pecho, otro cerca del abdomen, hematomas en la cara, y la cabeza estaba puesta en el cajón como si hubiera sido plastilina que arreglan para ponerla, destrozada. Salgo y me voy con ese papelito y doy la orden de que sea enterrado.”











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