Declaraciòn Ilda Bonardi de Toschi - Parte II

El largo camino de la justicia


“A partir de esto que estoy contando, hace 40 años, nuestra vida transcurrió. Diría García Márquez que nosotros no nacemos de una vez y para siempre cuando nos alumbran nuestras madres, sino que nos parimos una y otra vez. La vida y la muerte nos obligaron a parirnos una y otra vez. Durante 40 años tuvimos que vivir una vida ficticia.

Con posterioridad lo que primó en la vida de Ilda y su familia fue el temor. Las casas de sus suegros y padres eran allanadas periódicamente, “como un juego macabro.” A mi hijo durante muchos años no le pude decir cómo había muerto su padre, por temor. Lo habíamos adiestrado para que dijera que había sido en un accidente. Anulé el uso del apellido de casada por temor. Lo que pasa en mi caso particular se extendió a muchas familias.”



 

Para septiembre de 1972 Ilda era buscada, “no podía tener una vida de legalidad, los recursos de Habeas Corpus no eran aceptados, los abogados recurrían a todo tipo de alternativas.” Ilda vive hasta mayo del 73 de manera clandestina, con lo que eso significaba para la vida de su hijo también. A fines de 1972 su familia política inicia un juicio junto a los padres de Pujadas, Capello, plegándose al que había iniciado Alicia de Bonet en Buenos Aires. Esto transcurre hasta mayo de 1973. Cuando Cámpora asume la presidencia hay una amnistía y los presos políticos quedan en libertad. “Se vuelve a una normalidad democrática que duro poco tiempo: en pocos meses comenzaron los hostigamientos, folletos donde nos amenzaban de muerte a los familiares de Trelew, a los abogados de presos políticos”, sigue Ilda. Con posterioridad comienzan las terribles acciones contra la familia Pujadas: desde los últimos meses del 73 en adelante. “En algunos casos las acciones las asumía la triple A. En Trelew, a diferencia de lo que venía ocurriendo, hubo un claro intento de no hacerse cargo de la autoría de los hechos. Hubo al menos tres versiones de la oficialidad que hasta eran contradictorias en si mismas, y la culpa la tenían los presos que teóricamente habían intentado sacarle una arma a una persona que se movía entre presos, cosa que sabemos que en ningún lugar del mundo pasa.”


“Yo quiero definirles lo que es para mi la impunidad. La impunidad es entrar hoy al hotel y tener que dejarle el paso a un anciano con bastón, y que este señor haya sido uno de los que participó en el asesinato de mi esposo. Impunidad para mí es leer que uno de los que yo considero asesino de mi esposo dice “que lo triste es que todos los marinos lo tienen como héroe”. Para mí es impunidad que todas estas personas estén con su familia y yo tenga a un hijo sin padre y un nieto sin abuelo.”






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